jueves, 3 de julio de 2014

FÚTBOL: ¿HIPNOSIS O ALIENACIÓN FACILISTA?

Me parece curioso que millones de personas en el mundo estén hipnotizadas (o "alienadas" según parezca) por este fenómeno mediático de masas que es el fútbol en su campeonato mundial de Brasil (¿Nueva religión?). Las oficinas privadas o públicas no atienden a la hora de los partidos, hay horas y días cívicos, se paraliza la producción, se cometen en Colombia todo tipo de desmanes en contra de la gente que no quiere recibir harina, espuma o agua en su humanidad, por el triunfo se la selección. Los comentaristas de la televisión o radio son sumamente mediocres, pues dicen obviedades y fungen de grandes sacerdotes (luego se lanzarán a la política, como uno que sacó medio millón de votos a la alcaldía). Se despolitiza la sociedad. Por las redes, personas simples que nunca se pronuncian, sólo hablan de fútbol, como los santos sanctorum. En realidad, es muy fácil hablar de ese deporte, por lo cual cualquiera puede hacerlo. Pero poco se ven las expresiones críticas contra la FIFA (con la excepción de Pepe Mujica, por dolor propio) y de la opacidad de sus finanzas. Eso debería llamarnos al debate, así como las multimillonarias inversiones en estadios que sólo se usarán para estos partidos y luego quedarán como moles de concreto para el olvido (como en Manaos, que ni siquiera tiene equipo). ¿No sería mejor invertir en educación y salud, antes que en esto? ¿O en salvar el Amazonas de la depredación medioambiental, que lanza mercurio a los ríos y perjudica el ecosistema? No quiero que me juzguen como antipatriota, pues también me alegra que la selección avance en su itinerario deportivo (allí sigo a Mario Benedetti), pero me preocupa la desinformación y elementalidad con que se manejan estos certámenes. Cualquiera puede hablar de fútbol. De filosofía, muy pocos.

5 comentarios:

  1. Se añora al expresidente Belisario Betancur, que suspendió el mundial de Fútbol en Colombia porque prefería invertir en la superaciòn de las tragedias vividas en su mandato. Otro tema es el de quiénes pueden ir a estos partidos? Son las clases ricas d ellos países, pues me decían que una entrada revendida valía $3.000.000 para el partido Colombia-Brasil. Hay gente media que hipotecó la casa y vendió hasta el perro para viajar a ver un partido. Eso se llama poder mediático, pues en verdad esos dineros serían mejor utilizados en viajes de estudios,por ejemplo. Hubo gente "mochiliando" que a dedo se fueron, aguantando todo tipo de penalidades, arriesgando incluso el patrimonio familiar. Eso es alienación. ¿Alguien ha hecho el cálculo de lo que se pierde por improductividad en el Mundial? Me parece el colmo.

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  2. Me gusta el fútbol, me agrada verlo jugar y por supuesto estoy feliz del nivel que ha alcanzado la selección colombiana. Pero realmente la gran beneficiada económicamente es la FIFA, tal vez una de las transnacionales más poderosas, con muchos enredos internos que se tapan. La publicidad se encarga de mover las masas y todos pagamos ese costo, que deja en las arcas de la radio y operadores de TV excelentes utilidades. Es bueno porque muchos muchachos se motivan para jugar al fútbol y se alejan de los peligros de la droga y de la delincuencia. Pero también la juventud está distorsionando los objetivos deportivos propiamente, y los brotes de violencia y criminalidad crecen parejos con la afición. Esto es lo peor. Si alguna vez la FIFA, quisiera destinar las utilidades de una competencia mundial, para calmar el hambre en Africa o para mejorar el sistema educativo en América Latina, tendría mejor calificación. El negocio del fútbol es abusivo y por supuesto injusto. Muchos grandes lobos han hecho presencia en diferentes latitudes, procurando llenar sus bolsillos. Es otro feo lunar que gira alrededor del fútbol, y la habilidad de la FIFA es de tal magnitud, que la justicia ordinaria poco puede hacer.

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  3. Otra cosa es que se dañó la actividad normal: a las horas de los partidos y luego de los mismos no se puede programar nada y se frustra lo que se haga, principalmente por temor al vandalismo, pues les echan a la gente harina, agua, espuma y groserías. Los desadaptados empañan la buena imagen del pais. Y dizque en Brasil grupos de colombianos realizan robos y
    atracos para entrar al estadio. Eso es inconcebible y afea la imagen.

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  5. Sí, el futbol es una religión, con los rituales más masivos del mercado y aún con mayor poder pastoral que El Vaticano, porque vende dos mega-paquetes de ilusiones atractivas: la de la inclusión social ( se borran las diferencias de clase y las culturas se integran -se cree- ) y la de la armonía global. Además es una religión que en vez de implementar prohibiciones morales y anímicas a sus dominados, promueve los goces, posibilitando descargas pulsionales: agresividad, pulsión de muerte, etc. por ello es más eficaz en su pastoreo de espítitus . A su vez, el futbol mercantil es una feria mundial de invaluables réditos para las grandes corporaciones trasnacionales, incluyendo la que la regenta, la FIFA. Pero no sólo son altamente redituables las marcas y productos de consumo futbolero - amén de la imagen (y cuerpos) de los jugadores-, lo más explotable en el circo pelotudo es la ignorancia y la miseria de los pueblos; como los buitres financieros la futbolmanía - así la bautizó uno de los canales de tv más oprobiosos del orbe, dígamoslo: RCN - se nutre de los pueblos descompuestos y de las culturas moribundas. La despolitización de la sociedad es capitalizada por la política del terror dominante; dudo que haya una evento de masas tan politizable como eso, pretendidamente apolítico como es el futbol. Las patadas del juego sucio de la FIFA en verdad "hinchan" pelotas, pero no las que ruedan en los majestuosos estadios que excluyen la dinámica popular de un deporte jugado principalmente con los pies, en busca de un gol como pretexto para grandes abrazos. Sí, el futbol esencialmente es un juego amable, fraternal, que posibilita el trámite de diferencias en retos que más que pugnas desarrollan la solidaridad y el grato compartir. Pero lejos de los estadios de ignominia en los que le prohíben a un afamado arquero posar con sus hijos para una tierna foto en grama ultraprivada de la trasnacional. Sucede que en toda campeonato internacional regentado por la FIFA, el Estado anfitrión cede un poco, o quizás mucho de su Soberanía al permitir al imperio futbolero el manejo, control absoluto y dictado de reglas de comportamiento autónomas dentro del territorio nacional*, como en un contrato de explotación, pero esta vez no de recursos naturales solamente sino de goces, de expectativas de diversión, de ánimos y anhelos populares. Es la explotación del espíritu, como cualquier religión que cotiza en las grandes bolsas, y hay también, una explotación de la cultura y de la identidad plurinacional: la FIFA negocia con expresiones folklóricas, artísticas, arquitectónicas y hasta con la cadencia de la lengua nacional bajo la mampara de la "promoción" turística del país organizador del certamen. De alguna manera los estadios nacionales son convertidos en enclaves de poder trasnacional...


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