domingo, 27 de julio de 2014

EL LARGO CAMINO HACIA EL LAICISMO


El tratadista Augusto Pareja Carazo, que ostenta los más altos grados universales de la Fraternidad, nos introduce en un tema de la mayor importancia, con un exquisito manejo de la historia y de la pluma. Y ciertamente demuestra en su libro que el camino hacia el laicismo ha sido largo, pero empedrado.
Hablar de laicismo implica hablar de la separación del Estado de las ideas religiosas por muy respetables que ellas sean.  Para hablar de laicismo, debemos primero entender la teocracia. Dice el Dr. Pareja que “entendemos, según la definición del diccionario de la real Academia Española por teocracia el gobierno ejercido directamente por Dios. Dada la intangibilidad de esta definición la entendemos mejor como el gobierno ejercido por aquellas personas que suelen autodenominarse entre sí como intermediarios de la voluntad de Dios. En realidad cuando hablamos de un Estado teocrático hacemos referencia a un Estado Hierático, es decir un Estado gobernado por hombres que tienen una influencia religiosa sobre la comunidad y que gobiernan precisamente haciendo valer esa influencia”. Vemos que empezamos a desvelar la realidad teocrática, que es una falacia, pues son hombres los que a partir de una presunta relación divina ostentan poderes divinos en la tierra para -prevalidos por ellos- imponer su poder sobre otros hombres.
Nos recuerda que en el siglo XI surge la escolástica, movimiento teológico y filosófico que se basaba en la subordinación de la fe.
También existió la simonía, que corresponde en el cristianismo a la compra o venta de lo espiritual por medio de bienes materiales, incluyendo cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, promesas de oración, la gracia, la jurisdicción eclesiástica, la excomunión,etc.
En 1324 el Papa Juan XXII condenó por herejía a Guillermo de Ockam. Ocham afirmaba que “todo conocimiento está basado en la lógica y opera sobre la percepción sensorial de objetos individuales concretos. No deben multiplicarse inútilmente los entes creando conceptos abstractos que no procedan de la experiencia”. Esta teoría fue conocida como la navaja de Ockam, que no es otra cosa que un principio metodológico y filosófico según el cual, “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta. Esto implica que, cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja”.
Posteriormente vendrá Marsilio de Padua “quien concibe al estado en su obra El Defensor de la Paz (Defensor Pacis) como producto de la invención de la mente humana e insistía en que la legítima autoridad política sólo puede emanar del pueblo que confía a un determinado gobierno, el cumplimiento de las leyes y demás ordenamientos legales. Afirmaba que estas leyes son el producto del concepto de unidad entre los ciudadanos dotadas de un carácter mandatorio y coactivo, inspirada y basada en un ideal de justicia”.
Luego revive a Picco de la Mirándola. “El hombre, exponía Mirándola, es el ser libre y mediante su libertad puede escoger entre todas las cualidades que poseen el resto de los seres”.
Luego vendrán Maquiavelo y Bodin. “Nicolás Macchiavello y Jean Bodin. El primero al concebir al Estado con carácter autónomo, sentó las bases de la idea de razón de Estado y separó completamente la moral religiosa de la actividad política. El segundo perfiló la noción de soberanía, elemento importante en la teoría moderna del Estado”.
El autor nos recuerda la figura de los Señoríos, como “institución propia de la Edad Media y la Edad Moderna en España, en cierto modo similar al feudo del Imperio Carolingio. Surgió en los reinos cristianos. Se trata de una donación hereditaria de tierras y vasallos, incluida la jurisdicción, dada por monarcas a nobles o clérigos como pago por servicios prestados o recompensa a méritos adquiridos, pero por su mera voluntad. Fue abolido por la Constitución de España de 1812”. La figura validó el esclavismo por parte de la Iglesia. 

Nos informa sobre el iluminismo, las luces, la Ilustración: “La Ilustración llevaba implícito el rechazo del cristianismo tradicional de los siglos XVI y XVII. Las infatigables guerras religiosas, su intolerancia y persecución de todo aquello que atentara contra sus principios vetustos, tuvieron en los intelectuales del siglo XVIII un franco rechazo a esa ortodoxia cristiana al abrazar con impaciencia las nuevas ideas de la Revolución Científica. A este período de la historia de la humanidad en la cual las “tinieblas” fueron disipadas por las luces de la razón es también conocida como el Siglo de las Luces o la Era de la Razón también llamada como la época del movimiento intelectual o iluminismo. Como consecuencia, la vida intelectual europea del siglo XVIII se vio marcada por la aparición de la secularización. La Ilustración tuvo también una expresión estética a la que se le llamó Neoclasicismo… El objetivo de la Era de la Razón, que estaba construido sobre axiomas, alcanzó su madurez con la ética de Baruch Spinoza, que exponía una visión panteísta del universo donde Dios y la naturaleza eran uno. Esta idea se convirtió en el fundamento para la Ilustración”.
Hace crítica severa contra el atraso científico de la Iglesia: “A nivel científico se destacaron: Copérnico, Galileo Galilei y Kepler, quienes defendieron y comprobaron la teoría heliocéntrica del sistema solar, opuesta a la aceptada por la iglesia medieval, donde sostenía que era el Planeta Tierra, quien se encontraba en el centro de nuestro sistema. Galileo a pesar de que se le obligó a retractarse de su teoría fue enjuiciado  y castigado por la inquisición eclesiástica. Muchos siglos después, en 1992, la iglesia católica aceptó su error y pidió disculpas a la humanidad”.
Exalta el juicio y la razón pura en Kant: “En 1784, el filósofo alemán Emmanuel Kant  definía la Ilustración como el acto por el cual “el hombre se desprende de su inmadurez causada por él mismo”.
“John Locke considerado como el padre del liberalismo moderno defendía la tolerancia religiosa independiente de si fueran o no cristianas. La religión a su concepto, es un asunto privado e individual, que afecta solamente a la relación del hombre con Dios, pero no a las relaciones entre los hombres. Esto le permite liberarse de la disciplina e imposiciones de tipo eclesiástico y quita toda legitimidad confesional a la autoridad política”.

Voltaire y Rousseau merecen importante espacio en la obra, por sus discursos librepensadores.
Y coloca el sello concluyente: “Se puede decir, entonces, que la Ilustración surge y se difunde bajo una consigna que reúne a todos los grandes pensadores europeos. Se abandona el orden basado en Dos y se instaura un orden basado en el hombre. Se los llamó también: Iluministas porque creían que con la luz de sus obras iban a despejar las tinieblas y a iluminar tantos siglos de oscurecimiento en la Edad Media generados por las ideas de la Iglesia.
“En la Ilustración la mayoría de las cosas eran puestas en duda, por ello, todo debía ser analizado mediante la observación y la experimentación para así poder llegar a conclusiones ciertas. Es en esta época en donde se impulsan las ideas de libertad, igualdad, fraternidad y tolerancia religiosa. Tal como decía Descartes: “La razón era la única herramienta que tiene el hombre para encontrar la verdad de las cosas”.
Respecto al laicismo, nos recuerda que “con la ley de separación de la Iglesia y el estado en 1905, en Francia se estableció un Estado secular. La Ley estaba basada en tres principios:
-La neutralidad del estado
-La libertad en el ejercicio religioso
-Los poderes públicos relacionados con la Iglesia.
Esta ley es vista como la columna vertebral del principio francés del laicismo. En ella se declara la célebre frase: “La República no reconoce, no paga, ni subsidia religión alguna”.
El laicismo tiene que ver con formas de convivencia en libertad, con el pluralismo y la tolerancia.
Nos recuerda el Dr. Pareja: “La Real Academia de la Lengua Española define al laicismo como la doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa. En igual forma, el Diccionario de la Lengua Española 2005 Espasa Calpe define la laicidad: “cualidad de la sociedad, el estado o las instituciones que actúan y funcionan de manera independiente de la influencia de la religión y de la Iglesia”. Esto fue el producto de ríos de sangre producidos bajo la égida de la intolerancia a machamartillo.
El autor hace un excelente recuento de la Revolución Francesa como baluarte antidogmático. Con especial rigor asume el análisis del laicismo en varios países Latinoamericanos.
Llega a Colombia y demuestra el trabajo de la masonería en la emancipación Neogranadina. Allí narra la historia desde la Colonia, la emancipación, la configuración de los dos partidos tradicionales, uno ligado a la Iglesia católica y el otro rebelde a ella. Las luchas intestinas y religiosas por la defensa de la tolerancia, que se perdió con la Constitución Nuñista de 1886, pro se recuperó con la reconquista liberal del poder. Los cambios con la Carta de 1991, la declaratoria de inexequibilidad de la consagración del País al Sagrado Corazón de Jesús y otra serie de importantes sucesos históricos que nos pone al corriente de por qué Colombia es uno de los países más conservadores del mundo: por la influencia notoria de la religión en sus habitantes. Los 7millones del candidato de la ultraderecha católica obtenidos en la pasada contienda electoral reflejan claramente que aún hay muchas personas que en Colombia simpatizan con la teoría de las dos espadas agustinianas. La educación en manos de las comunidades religiosas ha puesto su grano de arena en esa malformación política de los colombianos. Importante libro que merece todo nuestro afecto, mas cuando raudos vientos de intolerancia religiosa han tocado
Importantes instituciones públicas del orden nacional. ¡Sapere aude!

Pareja Carazo, Augusto. El largo camino hacia el laicismo. Bogotá, s.e., 2014.


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