La
nominación de Germán Vargas Lleras como candidato a la Vicepresidencia de la
República del actual Presidente Santos, es la respuesta por un lado al desdoro
de la imagen del General Naranjo por el escándalo de haber apoyado a paras en
México en el combate a las mafias de narcos y por otro a la incomodidad que le produjo
en estos años Angelino Garzón, que sí supo utilizar la vicepresidencia para hacer
política en su favor. Garzón, un traidor de la izquierda, procedió a rechazar
la Embajada en Brasil porque quería que Santos lo nominara, como hizo Uribe con
Facho Santos, por otros 4 años más. Así no ocurrió. Dos errores de Santos:
llevar a alguien de Bogotá, de la más rancia oligarquía, que no le suma, pues
sus votos del partidito Cambio Radical iban hacia Santos, en todo caso. Y dos,
no buscar una persona de las regiones (un Eduardo Verano, que recogió 2.5 millones
de votos para la consulta de regiones, por ejemplo), con lo cual únicamente la
presidencia se localiza con figuras bogotanas de clase alta. El pacto
Santos-Vargas es yo te elijo, tu me eliges, reeditando el pacto Turbay-López de
hace tres décadas (lo que se denominó el turbo-lopismo hoy es el
santos-varguismo). Muy extraño en un buen jugador de póker como Santos el que
haya optado por este peligroso juego de concentrar todo el poder presidencial
en la clase que ha manejado los destinos de la República en 200 años. La
estrategia de Santos es hábil: acabará con el partido de la U, obligará a
liquidar el partido Cambio Radical de Vargas y fortalecerá su partido de cina,
el liberal, con lo cual volveremos al Frente Nacional de los 60s, proscribiendo
cualquier avance de sectores alternativos. Lo más triste es que van a ganar
para desgracia del Colombia.
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