jueves, 30 de enero de 2014

LA CRISIS CARCELARIA

La muerte de 10 internos en la Cárcel Modelo de Barranquilla, así como las graves heridas a decenas de ellos, demuestran una vez más la irresponsabilidad de los sucesivos gobiernos en materia de la errática política criminal y penitenciaria que se ha establecido en Colombia. El hacinamiento de un 50% más de la capacidad de los pabellones, sus condiciones de miseria, la falta de atención médica, etc., son evidencias de la incuria en que el INPEC y los Ministros de Justicia -corresponsables de la crisis- han tenido a las personas imputadas o condenadas que deben someterse a la violación de su dignidad humana, sin que alguien caiga por esto. En un  país civilizado se caería no sólo el director de la cárcel, sino el director del INPEC y el Ministro de Justicia. Aquí no pasa nada. Los presos son personas que no merecen la menor consideración por parte de la sociedad y hay quienes dicen en la calle: "mejor que se quemen dentro, para no tenerlos que alimentar, pues salen caros". Semejante visión eugenésica de la sociedad es más propia de regímenes fascistas. Desde luego que el tema pasa por una amplia reforma al sistema punitivo del Estado y a su sistema penal acusatorio, que es una falacia, con tasas de impunidad del 90%, pero también con justicia selectiva en contra de los pobres y necesitados. Hace poco pude ver una audiencia en un Juzgado Penal contra una señora que introdujo a la cárcel de Cómbita unos gramos de marihuana. Ella madre soltera y con tres hijos, operadora de máquina plana, pobre, merecía la máxima pena: 9 años, sin subrogado alguno. Samuel e Iván Moreno aún no han sido condenados y los paracos que van a pagar un día por homicidio cometido, ya van a salir, como alias Botalón, el terror de Puerto Boyacá.    

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