jueves, 29 de agosto de 2013

LA DIGNIIDAD HUMANA

LA DIGNIDAD HUMANA
A  propósito del reciente paro agrícola que el presidente Santos dijo no haber visto (el famoso papayaso), me parece importante hablar de la dignidad humana como epicentro de reflexión.
La dignidad en la antigüedad estaba más ligada a aspectos tales como la excelencia, la reputación, el posicionamiento social o inclusive el “orgullo”. Se suele hablar coloquialmente de “ponerse digno”, cuando algo o alguien disgusta. En Colombia, por ejemplo, se acaba de crear el grupo “los emputados” que recientemente lavaron el frontis del Cabildo capitalino.
Si bien es cierto que con la filosofía antigua se pergeñaban intentos de tratar el tema (Aristóteles, Platón, etc.), es con el iluminismo donde el término adquiere unas connotaciones muy importantes, más ligadas a la condición humana propiamente dicha y clara génesis de los derechos humanos.
La construcción de la dignidad parte de superar las concepciones de castas o exclusión social de determinadas personas o conglomerados, para entrar a valorar el ser como ser en sí mismo, dotado de múltiples atributos y al cual le cabe una ínsita protección desde el entorno, llámese Estado o comunidad.  Para los iusnaturalistas, racionales o míticos, también la dignidad juega un papel trascendental. Pero para llegar a ese tipo de reconocimientos hubo que pasar por múltiples conflictos con grandes cuotas de sacrificios. La teoría contractualista entra a diseñar una estructura constitucional partiendo del pacto inter societatis para construir un Estado todopoderoso (Hobbes) o uno donde se reconozcan esos derechos en la voluntad general llamada ley (Rousseau) o en un escenario de convivencia de sociedad civil con pleno respeto a la propiedad privada (Locke). Los diseños de las Constituciones modernas incorporan este fenómeno constitucional y son relievantes la Francesa y la Norteamericana, entre otras.
La dignidad se desplaza de una consideración meramente formal a una real, de protección del ser humano fruto sí de su consideración como respetable, pero además producto de luchas sociales que generan desde las diferentes ideologías perspectivas garantistas en defensa del humanismo, entrelazado estrechamente a la dignidad.
Las teorías elitistas del poder, que creen a pie juntillas en sociedades estamentales de carácter vertical, donde hay seres de primera, de segunda y de tercera, o lo que Marx llamaba “ejército de reserva” y hasta el lumpen proletariado despreciable para muchos, tienen una fuerte impronta que atacaría la dignidad de la persona. También, desde luego, las doctrinas filonazis que de manera omnicomprensiva ubican al ser humano como masa informe al servicio del Estado, como instrumento no como fin. 
Las instituciones políticas ofrecen constructos que nos abren perspectivas de naturaleza indigna. Uno sería el del servicio militar obligatorio, cuando la persona por principios no quiere portar armas. Si  bien el tema aborda la solidaridad y sus límites, el viejo concepto de Ejércitos nacionales ha dado pie a la profesionalización de las FFAA, que repudia la falta de calidad en el manejo de las operaciones, que seguramente lo veremos dentro de poco con la intervención occidental en Siria, después de las masacres del régimen de  Bachar Al Assad. 
Otro sería el esgrimido por la Plataforma Anti desahucios en España, contra el modelo según el cual cuando la persona se insolventa pierde la vivienda y continúa con la obligación natural durante el término pactado en el respectivo contrato, inclusive siendo perseguida en otros países. Aquí la figura de la dación en pago sería una buena salida. Ya vivimos en Colombia una crisis semejante con el fenómeno del UPAC. Giorgio Agamben en Homo Sacer habla del hombre nudo, como aquel que carece de todo y sólo posee su cuerpo, que debe alimentar, pero no tiene con qué.
Una actitud lesiva de la dignidad sería la lapidación de la adúltera o la infibulación del clítoris, aún practicada en algunas comunidades tribales. Entiendo que hay casos límites como la pena de muerte, el aborto, la eutanasia, el matrimonio gay y la adopción LGBTI, el consumo de drogas psicotrópicas, la experimentación genética, entre otros, temas sobre los cuales la bioética y la neurociencia juega un papel crucial.
Desde 1993 se ha superado la vieja tridivisión de los DDHH, en primera, segunda y tercera generación, partiendo del universalismo de los mismos. Hoy se dice que estos son indivisibles e interdependientes, con lo cual la dignidad se erige en el centro de la protección del ser humano.  Diríamos que la dignidad humana es el fundamento constitucional moderno.
Por ello, la situación del campesinado colombiano se puede catalogar de indigna, merced a múltiples factores, pero también al uso y tenencia desigual de la tierra (el 1% de la población tiene el 43% de la tierra y el 70% el 6% de la misma), a los altos precios de los insumos agrícolas, a los TLCs frente a Estados con fuertes subsidios (yo demandé el TLC con EEUU porque preveía que la crisis se venía, mediante acción popular que no tuvo éxito porque el Magistrado consideró que el Presidente era autónomo para firmar tratados económicos internacionales), a la revaluación del peso (caso cafetero). Hemos visto cómo los productores están botando la leche y los cítricos, porque no pueden seguir vendiendo a pérdida.
El exministro Arias –por cierto la cartera de Agricultura casi siempre la ha tenido el Partido Conservador- manifestó frente al predio Carimagua de 17.000 hectáreas que era para los victimarios y no para las víctimas del modelo. Se robaron el AIS. Y ello sucede en buena parte por la falta de conciencia política de un vasto sector que el día de elecciones prefiere votar por sus verdugos. Empoderar al campesinado para que llegue a los instrumentos del poder, con conciencia crítica y honestidad, sería una buena salida a la crisis. Pero para ello se requiere educación. A eso le apostamos algunos.

Son los campesinos los que nos proveen la comida en las ciudades y están desprotegidos y tratados de manera indigna. Retornarles su dignidad debe ser una tarea que debemos impulsar los demócratas. De lo contrario, el suministro alimentario de las ciudades quedará en entredicho. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario